Hay trabajos que todo el mundo cree saber lo que son, hasta que te sientas a explicarlos, y el de diseñador gráfico es uno de esos. Todos piensan que se trata simplemente de “hacer dibujitos” o “saber usar Photoshop”, pero lo cierto es que detrás de cada cartel, logotipo, web, portada o etiqueta de producto que vemos en nuestro día a día hay alguien que ha pensado, buscado referencias, probado 15 versiones distintas, escuchado al cliente (a veces con mucha paciencia) y, finalmente, ha creado un producto que además de entrar por los ojos, comunica algo.
De modo que, en este artículo vamos a aclarar de una vez por todas qué hace un diseñador gráfico y de qué trabajos se ocupa.
¿Qué hace exactamente un diseñador gráfico?
Dicho de forma resumida, el trabajo de un diseñador gráfico consiste en crear soluciones visuales para comunicar ideas, conceptos o mensajes. Puede sonar abstracto, pero en la práctica significa traducir palabras, necesidades o emociones en imágenes prácticas, ya sea a través de un cartel publicitario, una identidad corporativa, un envase, una infografía o una interfaz digital.
El diseño gráfico, tiene como objetivo demostrar que lo visual no sólo engloba lo estético: es estrategia, psicología, cultura visual, tecnología, atención al detalle, y mucho más: por este mismo motivo, el diseñador no solo se dedica a confeccionar algo que “quede bonito”, sino que hace que funcione y que comunique, respetando el objetivo del proyecto y el público al que se dirige.
En resumen: si ves algo que combina texto e imagen y transmite una idea, hay un diseñador gráfico detrás.
¿Dónde trabaja un diseñador gráfico?
Un diseñador gráfico puede trabajar en contextos muy distintos, y eso influye muchísimo en su día a día:
- Estudios o agencias de diseño.
Los diseñadores de estudio o agencias de diseño suelen trabajar en equipo, colaborando con creativos, redactores, directores de arte, etc. Lo habitual es tener varios clientes a la vez y proyectos diversos: branding, diseño editorial o campañas publicitarias, entre otros.
- Departamentos internos de empresas.
Hay grandes empresas que disponen de su propio equipo de diseño para dar respuesta a las necesidades visuales internas: diseño de presentaciones, catálogos, redes sociales, empaquetado, identidad visual de productos…
- Como freelance o autónomo.
Muchos diseñadores trabajan por cuenta propia, desde su casa, en zonas o espacios coworking o con sus propios estudios, lo cual les da más libertad, pero también deben encargarse de la parte comercial, la facturación, la gestión del tiempo y el trato directo con el cliente.
- En editoriales, medios o agencias digitales.
En dichos medios, el enfoque está más centrado en publicaciones, revistas, libros, páginas web, apps o contenidos multimedia, y el diseño va de la mano del contenido.
- En instituciones culturales, museos o universidades.
Trabajan sobre todo en el diseño de exposiciones, catálogos, identidad de eventos, jornadas académicas o material divulgativo.
Fases de trabajo de un diseñador gráfico.
A pesar de que cada diseñador gráfico tiene su propio estilo y forma de trabajar, lo cierto es que la mayoría sigue una estructura parecida en su proceso creativo:
- Briefing.
El concepto “briefing” hace referencia a una reunión o documento en el cual se proporciona información o instrucciones sobre un asunto o tarea, y es el principio del trabajo de todo diseñador gráfico: todo empieza con un encargo, en el cual el cliente expone lo que necesita: un cartel, un logotipo, una web, una ilustración, etc. En dicha etapa, se recoge información esencial como:
- ¿Qué quiere comunicar?
- ¿A quién va dirigido?
- ¿Qué tono o estilo busca?
- ¿Qué limitaciones hay (tiempo, presupuesto, formato…)?
Si éste está bien hecho, supondrá medio trabajo resuelto (y, por ende, una cura contra los malentendidos).
- Investigación.
Comprende la parte mental del diseño: el profesional investiga sobre el tema, analiza la competencia, busca referencias visuales, estudia tendencias y recopila ideas que puedan servir de inspiración.
- Bocetado o conceptualización.
Se empiezan a crear los primeros bocetos, los cuales no necesariamente deben estar pulidos: a menudo son simples garabatos en papel o pruebas rápidas en digital; al fin y al cabo, lo más importante es explorar ideas.
- Diseño.
Llega la fase de ejecución: el diseñador elige las paletas de color, elementos visuales, la maquetación… y transforma el concepto en una propuesta real; de hecho, en el ámbito del diseño corporativo y de marca, los expertos de Riberinfo destacan que la elección de la tipografía y la iconografía de esta fase es totalmente crucial.
- Revisión y respuestas.
A continuación, el cliente revisa la propuesta y suele haber varias rondas de cambios. En esta etapa, la comunicación es un elemento imprescindible para que el diseñador pueda adaptar el trabajo sin perder su esencia.
- Entrega del trabajo.
Una vez aprobado, se preparan los archivos finales en los formatos necesarios (PDF, JPG, etc.) y se entrega todo.
En algunos casos, además, se entregan manuales de uso, guías de estilo o archivos editables.
Herramientas y programas que se utilizan.
Algunas de las más utilizadas son:
- Illustrator (para logotipos, iconos, ilustraciones).
- Photoshop (edición de imágenes, retoque fotográfico).
- InDesign (maquetación editorial, revistas, libros).
- Canva (más enfocado a diseño rápido y redes sociales, aunque menos profesional).
Además, usan bancos de imágenes, tipografías, mockups, bibliotecas de recursos y software para gestión de color, compresión de archivos, etc.
El trabajo más allá del diseño.
Aunque nos parezca bastante técnico, lo cierto es que el diseño gráfico no es un oficio automático: hay mucho apartado emocional, personal e incluso terapéutico en el proceso creativo. Un diseñador muchas veces pone algo de sí mismo en cada trabajo, y eso se nota cuando el resultado emociona o comunica con autenticidad.
Sin embargo, también hay frustración: no todos los proyectos son creativos, a veces hay que hacer trabajos monótonos, adaptarse a clientes con gustos exigentes o cuestionables, lidiar con cambios eternos o justificar cada detalle del diseño como si fuera una tesis doctoral. Pero incluso así, cuando sale bien, hay una gran satisfacción: ver tu trabajo en una marquesina, en un libro, en el escaparate de una tienda o como portada de una app no se olvida.
Entonces, ¿Qué habilidades necesita un diseñador gráfico?
- Creatividad y sensibilidad estética.
- Saber transmitir mucho con poco.
- Reducir ideas complejas a un cartel, un icono o una imagen sencilla.
- Escucha activa y empatía.
- Gestión del tiempo.
- Cumplir plazos sin perder calidad.
- Adaptabilidad.
- Formación continua.
¿Cómo sería su día de trabajo?
La jornada laboral de un diseñador gráfico suele comenzar como la de muchos profesionales: con un buen café a las 8:30 de la mañana, sólo que, en vez de hacer trabajos de esfuerzo físico, comienza y termina trabajando frente a un ordenador.
En su jornada inicial no faltarán retoques de diseño, ajustes en campañas o maquetación de piezas editoriales. Si hay un huequito libre, muchos diseñadores aprovechan para avanzar en algún proyecto personal o practicar nuevas técnicas.
Tras una pausa para comer, llega una segunda ronda de trabajo: correcciones, últimas entregas del día, revisión de tipografías, elección de paletas de color… A última hora de la tarde, se suelen enviar las entregas finales y se dejan listos los archivos que se van a necesitar al día siguiente.
Y aunque suene muy ordenado, lo cierto es que en la vida real pueden surgir cambios de última hora, urgencias inesperadas o proyectos que se alargan más de lo previsto. Pero también hay días que fluyen como la seda, en los que todo encaja y el resultado deja una sonrisa al cerrar el ordenador.
¿Y qué hay del síndrome del impostor?
Muchos diseñadores (sobre todo al principio) sienten que no son lo suficientemente buenos. Les cuesta cobrar por su trabajo, piensan que otros lo harían mejor o temen que sus ideas “no valgan”. El síndrome del impostor está muy presente en las profesiones creativas.
Por eso es importante recordar que el diseño no se mide solo por el número de “likes” o premios, ya que cada proyecto que resuelve un problema visual, cada cliente que repite, cada cartel que te dicen “me encanta” es un éxito real.
Desmontando mitos: ¿El diseñador gráfico solo hace cosas digitales?
Aunque el sector digital ha ganado terreno en esta profesión, el diseño gráfico sigue teniendo una presencia muy fuerte en lo físico: libros, empaquetado, señalética, camisetas, merchandising, papelería corporativa, etc.
Además, cada vez más diseñadores cruzan la línea hacia otras disciplinas:
- Diseño de producto.
- Diseño editorial.
- Ilustración profesional.
- Animación.
- Diseño de interiores.
¡Y mucho más!
Ahora por fin sabemos cómo trabaja un diseñador gráfico.
Así es: trabaja con ideas, pero también con manos. Con sensibilidad, pero también con técnica. Se mueve entre lo visual y lo útil, entre lo creativo y lo estratégico, y sin duda, es un trabajo que combina pasión, comunicación, paciencia y arte.
Y aunque a veces le pidan «algo rápido», “sencillo» o «que quede bonito», en realidad lo que hace es dar forma visual a un concepto: ayuda a las marcas a definirse, a los proyectos a destacar, y a los mensajes a llegar a su público deseado.
Así que la próxima vez que veas un cartel, una web o un libro bien diseñado, acuérdate: hay alguien detrás que ha pensado en ti sin que lo supieras (¡Y lo mejor es que lo ha hecho con el corazón y con muchas capas de Photoshop abiertas!).