Tanatopraxia: una profesión sin crisis

En estos tiempos hablar de una profesión que no tiene crisis, es casi un ejercicio de malabarismo. Sin embargo, existe una que no está padeciendo los problemas económicos que sufre el resto. La tanatopraxia. Para los que no se hayan enterado, se trata del conjunto de prácticas que se realizan sobre un cadáver desarrollando y aplicando métodos tanto para su higienización, conservación y cuidado estético del cadáver. Y es que aunque haya crisis, la gente no deja de morirse. Incluso los datos reflejan que son cada vez más las personas que donan sus cadáveres para la ciencia. Y es ahí, uno de los momentos donde intervienen los tanatopráxicos. Una profesión que acaba siendo todo un arte.

Pero para esta profesión no vale cualquiera, se necesita auténticos profesionales. De ahí que para ejercer se necesite un título que expiden los centros. Nosotros te recomendamos el de esta página web de Tanatopraxia, pues cumple con todas las legalidades y lo imparte Educamurcia, una institución de formación privada homologada para impartir formación para el empleo por SEF (Servicio Regional de Empleo y Formación) donde puedes estudiar tanatopraxia a nivel teórico y práctico y obtener tu titulación oficial.

¿Pero en qué consiste?
El propósito primordial de tanatopraxiar es la desinfección, es decir, destruir los microorganismos productores de muchas enfermedades.
Este proceso consiste en disecar el cuerpo con formalina o formol, un componente químico que se impregna en los tejidos, los ‘seca’ y los esteriliza ya que los líquidos, además de las bacterias y microorganismos, son los responsables de una rápida descomposición (también influye la temperatura, el ambiente, las enfermedades, etc). La yugular es el canal utilizado para aplicar la formalina en el cerebro y la cara. Luego se coloca algodón en las cavidades corporales como la nariz, la boca, los oídos y en algunos casos los genitales. Esto con el fin de evitar la secreción de algunas sustancias residuales como los conservantes y mermar considerablemente ‘el aroma de la muerte’ que puede expedir el fallecido.

Después de esto sólo resta maquillarlo, peinarlo, vestirlo, colocarlo en el ataúd y entregarlo en las mejores condiciones a sus respectivos familiares. Todo para lograr una apariencia natural, lo más parecido al recuerdo en vida que tienen sus familiares y allegados.

Cuando hay mutilaciones o desfiguraciones se inicia el proceso de restauración para lo cual se hace uso de varias técnicas de cirugía (necrocirugía en este caso), se ‘tapan’ las heridas con una cera o masilla.

A grandes rasgos estos son los detalles que tiene que hacer una persona que se dedique a la tanatopraxia, una profesión con mucho respeto, pero que al menos no conoce de crisis.

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