Pese a que las cosas no están fáciles, emprender sigue siendo una opción cada vez más recurrente para muchas personas dada la frecuente inestabilidad que supone el trabajo por cuenta ajena.
Y es que, tras el comienzo de la crisis en 2008 cada vez son más quienes con una buena formación, ya sean recién licenciados o profesionales de ramas más técnicas no solo lo tienen complicado para dar con su primer empleo, sino que, en su mayoría se encuentran ante unas condiciones laborales que distan mucho de las expectativas que tenían al comenzar su formación universitaria.
No es de extrañar que, en una situación de precariedad laboral como esta, muchas personas con formación y algo de experiencia en su campo decidan emprender y apostar por sí mismas antes que trabajar para otros en empleos que no prometen ninguna estabilidad ni buen sueldo.
Este fue mi caso, tras acabar la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas y pasar por diferentes Agencias, en varias ocasiones con contratos de becaria y contratos temporales muy mal pagados.
Si bien, tenía presente lo difícil que es encontrar un buen trabajo en la profesión que había elegido, creía que mi trabajo valía mucho más de lo que me pagaban en las Agencias, así que después de barajar distintas opciones me decidí por arriesgarme y emprender.
Saber Negociar. Una de las mejores Aptitudes para empezar a Emprender
Puede resultar difícil elegir una característica entre las muchas que debe reunir un buen emprendedor. Y es que la persistencia y fortaleza mental son fundamentales, pero ni ser un gran profesional en tu campo ni tener mucha experiencia son las claves del éxito de un emprendedor.
Está claro que debemos de tener una buena idea, con un carácter innovador y que responda a las necesidades del mercado, pero esto no servirá de mucho si no sabemos cómo tratar a nuestros clientes, y lo que es más importante, cómo lidiar con los empleados difíciles y, lo que es más importante cómo elegir a los empleados adecuados.
Y es que, poco nos enseñan durante nuestra formación la importancia de lo que en términos anglosajones se conoce como las Soft Skills habilidades como la Inteligencia Emocional, la capacidad de comunicar de forma clara y sencilla nuestras emociones, así como aprender a controlarlas en situaciones de conflicto.
De hecho, esta fue mi experiencia con mi propio proyecto que, por suerte, y gracias a contar con los servicios de Tramites Fáciles Santander, pude solucionar salvando mi empresa. Lo cierto es que tuve la enorme suerte de que mi hermana conocía sus servicios y me los recomendó.
Estos profesionales cuentan con un servicio de asesoría contable, fiscal y laboral para empresas y autónomos, así como gestoría administrativa y servicio jurídico formado por abogados pertenecientes al Ilustre Colegio de Abogados de Cantabria. Cuentan con más de 10 años de experiencia y, lo mejor, es su atención completamente personalizada y a medida para cada caso.
A día de hoy soy mucho más consciente de todo lo que requiere emprender un negocio por tu cuenta y, de hecho, me gusta asesorar y hacer de consultora a otras personas que, como yo, se deciden por dedicar su esfuerzo a sacar adelante sus propios proyectos.
A todas ellas, lo primero que les recuerdo es que no desatiendan sus habilidades de Inteligencia Emocional, que las desarrollen y esfuercen por mejorar cada día.
Algunos de los consejos que les doy es la importancia de saber cómo dirigir a sus trabajadores, esta es una habilidad vital para el buen funcionamiento de toda empresa. Manejar a personas, sobre todo si son “difíciles” puede ser la diferencia entre tener éxito o fracasar.
Saber comunicarse de forma efectiva, clara y sencilla puede parecer cosa fácil, pero por la experiencia puedo asegurar que no lo es.
Si bien, con los conocimientos y la práctica de este tipo de habilidades de Inteligencia Emocional podemos conseguir grandes avances y evitar muchos conflictos.
Otra de las cosas que conviene hacer es documentarlo todo, y es que si no está en papel es como si nunca hubiera pasado. Esta es una buena forma de mostrar todo lo que se hizo para tratar de “rescatar” al empleado “difícil”.
También, en la medida que seamos siempre racionales y objetivos podremos exponer mucho mejor nuestros argumentos. Evitar usar la palabra “actitud” como al expresar “no me gusta tu actitud”, ya que lo convertimos en un argumento subjetivo.
Al dirigirnos a nuestros empleados debemos de hacerlo enfocándonos en el comportamiento específico y en cómo mejorarlo, refiriéndonos así a sus metas y objetivos que deben de ser medibles y específicos, así como cuantificables y por escrito.
En definitiva, tratar el comportamiento o el problema, pero nunca atacar a la persona, y por supuesto, documentar siempre todo el proceso.